14.2.07

Carnaval de Buenos Aires (Serie del carnaval).

A partir de la expansión de la ciudad hacia sus arrabales, en los años '20, comienza a cobrar cada vez mayor importancia un nuevo componente en las relaciones de identidad en torno al carnaval: los barrios. Hasta esos años los distintos grupos étnicos, tanto africanos como europeos o criollos, centraban sus locación y sus actividades en barrios distintos: los negros en San Telmo y Monserrat; los italianos en La Boca; los judíos al sur de Palermo; los árabes en el Once, etcétera. Estos grupos fueron evolucionando hacia nuevas formas de hibridación cultural. Las agrupaciones de carnaval, antes fundadas sobre fuertes lazos étnicos, pasaron a organizarse según los nuevos lazos de vecindad en los barrios”.
En los barrios nace una nueva forma de agrupación: la murga, conjunto de alrededor de quince o veinte muchachos, amigos del barrio, que se reunían para salir en carnaval a cantar por las calles canciones picarescas acompañados por instrumentos caseros: tambores hechos con ollas, maracas, etcétera. El nombre, tenía la marca de la picardía y del doble sentido, motivación esencial de su repertorio de canciones: “Los Amantes de la castaña”, “Los Farristas”. La vestimenta también era casera, comúnmente levitas confeccionadas en tela de arpillera o directamente disfrazados.
La murga adopta como instrumento de percusión el bombo con platillo que habían traído los inmigrantes españoles. Este instrumento va a tener gran importancia en la murga porteña y será, en décadas posteriores, factor de identidad. Se incorporan también instrumentos de viento, así como el bandoneón y el acordeón.
Actualmente la murga es color. Todos con sus levitas iguales, con los mismos apliques brillantes. Es música. “El ritmo es característico de cada barrio, algo muy tradicional”. La murga se reapropia de las melodías del cancionero popular –desde milongas y tangos hasta temas del rock y el pop nacional– y les cambia las letras. El canto de la murga siempre fue un gesto de resistencia, de dura crítica: un modo de expresión de los sectores populares que con el carnaval recuperan la palabra. Aguda, mordaz, ingeniosa y pícara, la murga impone en cada barrio su folklore.


5 comentarios:

JP dijo...

Hola Mariana:
Muy interesante la informaciòn del post , no conocia todo eso.
Te mandè dos videos a tu correos.
Saludos

JP dijo...

Hola !
Estas nominada para el juego de esta semana. En mi Blog las bases.
Saludos

JP dijo...

estas?? no estas??' saludos

Anónimo dijo...

Que bueno hdp!!!!
la verdad es que este blog contagia tu energia carnestolenda... no es por ser hdp... pero no se como no te votan los hdp del concurso.
Vamo arriba HDP

Marta dijo...

¿Qué tal, Mariana?
Leyendo toda tu información sobre los carnavales, interesantísimos, veo que te falta la descripción de lo que eran los de La Plata, cuando yo era chiquita. Por aquellos años (1950, hasta los de 1955) en todos los barrios se armaban unos palcos, en los que todos los chicos del barrio demostrábamos nuestras habilidades, teniendo como objetivo ganar la ansiada copa con el nombre del vencedor grabado en ella. Por ahí desfilábamos con nuestros disfraces clásicos: Caperucita Roja, Hada, Torero, Pirata, Bailarina (a mí siempre me ponían éste, porque mi mamá aprovechaba los trajes de danzas que comencé a aprender a los tres años). Cantábamos, decíamos versitos,bailábamos, y todos los vecinos aportaban distintos premios que serían el consuelo para quienes no ganaran el primer premio. Recuerdo esos concursos infantiles con mucho amor, aunque nunca obtuve la copa, que siempre se llevaba la hija del presidente del Centro de Fomento "Club Bochín" (¡¡¡GRRRR !!!) Y después, el corso de la calle 12 ... A lo largo de diez cuadras, los espectadores nos agolpábamos en los cordones de las veredas para ver el ir y venir de la gente grande disfrazada, "las mascaritas" les decíamos, los carros (del lechero, del frutero, del sifonero) engalanados con los mejores adornos, y el infaltable "recién operado": paseaban a uno en una camilla tapado con una sábana, y sobre la barriga le ponían chinchulines, un hígado de vaca, etc, mientras lo empujaban tres o cuatro disfrazados de enfermeros. Y las comparsas ... inolvidables.
Los chicos nos corríamos con unos pomos de plomo que estaban llenos de agua perfumada, con papel picado y serpentinas.
Después del almuerzo, los vecinos comenzaban "la guerra de agua", en la que valían baldazos y hasta las mangueras del jardín en la calle ...
Se vívía con alegría y con inocencia. Una pena que todo eso y tanto más se lo haya llevado el estrés ...